En un reciente artículo (en inglés) del Wall Street Journal, algunos terapeutas compartieron sus estrategias favoritas para batallar contra la ansiedad. Algunas recomendaciones son típicas, como dormir y hacer ejercicio; pero otras resultan más sorprendentes, como ver memes de mascotas, saltar desde acantilados en vacaciones, respirar lentamente al ritmo de música clásica y pasar tiempo con tomateras.
No veo nada malo en estos remedios contra la ansiedad (y creo que podemos dar gracias a Dios por ellos como signos de gracia común). Pero al leer el artículo, no pude parar de dar gracias por el don de la oración.
En la oración, el Dios del universo nos invita a Su presencia para experimentar una paz que sobrepasa todo entendimiento (Fil 4:6-7). Cuando tenemos problemas emocionales, a lo primero que debemos dirigirnos no es a las tomateras, sino a nuestro Padre celestial.
Sin embargo, mis problemas emocionales no son solo con las emociones fuertes. He reconocido que la falta de ciertas emociones piadosas también plantea un problema. Dios no desea que tenga una actitud indiferente hacia el pecado, hacia el mal en el mundo o hacia Sus glorias. Él nos creó como criaturas emocionales para amar lo que Él ama y odiar lo que Él odia.
Al procesar mis emociones problemáticas y mi apatía pecaminosa, he encontrado una parte de las Escrituras particularmente útil: los Salmos.
Lee el artículo entero en Coalición por el Evangelio.
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Comparto algunos Salmos favoritos:
- Ansiedad y temor: 27, 42 – 43, 46, 55, 61, 62.
- Consuelo y fortaleza: 16, 23, 116, 119.
- Confesión y arrepentimiento: 32, 38, 51, 130.
- Liberación y protección: 6, 34, 40, 91, 121, 140.
- Guía: 25.
- Justicia: 7, 82, 89, 140.
- Alabanza: 8, 19, 33, 103, 104, 139, 148.
- Confianza y temor de Dios: 27, 112, 115.
- Cuando los malvados prosperan: 2, 10, 37, 49, 73.
¿Tienes un salmo favorito? ¡Responde a este correo! 🙂