Para muchos en mi país, la política nunca había sido más importante y se está convirtiendo en el opio de las masas.
No se puede evitar abrir Facebook, encender la televisión, o mirar deportes sin dejar de escuchar quejas sobre tales y tales políticos, pontificaciones, señalizaciones de la virtud, o alguna otra forma de comunicación diseñada a influenciar la conciencia de los televidentes. En lugar de que la cortesía y la razón caractericen el discurso político, la ira, el odio e incluso la violencia gobiernan el día, creando titulares que solo alimentan más ira.
Veamos la principal causa y la raíz de todas nuestras luchas políticas: la idolatría. Le hemos dado a la política y al gobierno un papel que nunca debieron desempeñar: ser el solucionador de todos nuestros problemas, el proveedor de seguridad, felicidad, equidad, y significado. En otra palabra, dios.
¿Cómo sabes si has hecho de la política tu dios? Aquí hay 20 señales:
- Tu esperanza en la vida está estrictamente ligada a un político o que tu partido político gana.
- Consideras a un político o partido como un salvador perfecto que no puede hacer ni decir nada malo.
- Crees que una utopía es posible en este mundo solo si tu partido se sale con la suya.
- Te pones de parte de tu partido en cada tema en automático, sin pensar en la perspectiva bíblica.
- En temas con los que las Escrituras no hablan directamente, afirmas la aprobación implícita de Dios para tu partido.
- Tu discurso y tono en el debate político se inclinan más hacia la dureza y la ira que la amabilidad y la honradez (1 Pedro 2:12, Tito 3:1-2).
- Olvidas que tus oponentes políticos son almas eternas destinadas al infierno sin la gracia salvadora de Cristo.
- Dejas que la política te robe la alegría.
- Preferirías sacrificar la verdad y la integridad que estar fuera de sintonía con lo que tu partido cree.
- Crees que Dios tiembla y sus manos están atadas cuando los políticos imponen políticas anticristianas. (Pero en realidad, ¡se ríe! Lee Salmo 2).
- Estás tentado a la violencia para expresar tu punto de vista.
- Nunca intentas entender cómo piensa tu oponente político. (¿Por qué hacer eso cuando puedes llamarlos fanáticos?)
- Culpas de todos los males sociales a tu oponente político.
- No puedes admitir cuando otro partido hace algo bien.
- No reconoces los falsos ídolos de tu partido político.
- Buscas la política para curar tus heridas más profundas.
- Encuentras tu significado para la vida en la política.
- Odias el pecado del otro partido político, pero lo disculpas en aquellos a quienes apoyas (o incluso en tu propia vida).
- Justificas el mal en nombre de lo que marcha supuestamente bien.
- Crees que cada uno de tus oponentes es tan malo como el peor de su partido.
Y esta lista solo nos introduce a la conversación.
Las palabras de Andy Crouch de Playing God nos ayudan a ver los efectos devastadores de idolatrar la política:
“Todos los ídolos comienzan ofreciendo grandes cosas por un precio muy pequeño. Todos los ídolos fallan, más y más consistentemente, en cumplir sus promesas originales, mientras aumentan sus demandas. . . . Al final, fallan por completo, incluso cuando hacen demandas categóricas. En la frase memorable del psiquiatra Jeffrey Satinover, los ídolos piden más y más, mientras dan menos, hasta que finalmente exigen todo y no dan nada.”
Necesitamos desintoxicarnos antes de que este ídolo nos robe las cosas más importantes de la vida. Aquí hay algunas ideas sobre cómo hacer eso:
- Reduzca las noticias por televisión (o apáguelo). Como Albert Mohler compartió, “las noticias por televisión no se explican con cuidado. Se hacen generalizaciones y acusaciones, en crítica y condena, en división, y no en comprensión.” Esto también es cierto para muchas plataformas políticas en línea. Cuantas más noticias políticas recibas, más te sentirás tentado a la idolatría.
- Sumérgete en las Escrituras. La Palabra vivificante de Dios fortalecerá tu corazón cansado. Haz del Salmo 119:28 (LBLA) tu oración: “De tristeza llora mi alma; fortaléceme conforme a tu palabra.”
- Pon tus ojos en Jesús, el Rey del universo y la única figura política digna de nuestra adoración. Todos los gobernantes terrenales son establecidos por Él (Romanos 13:1-2, Daniel 2:21) y “Su reino es un reino eterno, y su dominio de generación en generación” (Daniel 4:3). Busca primero su reino y su justicia y tendrás todo lo que necesitas (Mateo 6:33).
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