
“Todos luchan con orar. ¿Si quiera es posible una buena vida de oración?”.
Me arrepentí de esas palabras en cuanto salieron de mi boca. Yo sabía que tal pensamiento reflejaba una visión poco profunda de Dios, de Su evangelio y de la oración. Y, sin embargo, ¡acababa de soltarlas en frente de todo nuestro grupo de estudio bíblico!
Evitando el contacto visual con los demás por varios minutos, reflexioné en lo que había dicho. Aunque sabía que mis palabras estaban mal, reflejaban lo que había sentido por mucho tiempo. Yo había tenido muchos altibajos en mi búsqueda de Dios por medio de la oración. Estaba frustrado. Un buen sermón o libro me animaba durante días o semanas, pero después regresaba al punto de partida y me sentía derrotado por obstáculos aparentemente insuperables. Yo había pensado que asistir al seminario o tener puestos de liderazgo lo solucionarían, pero fue en vano. ¿Por qué mi crecimiento en la disciplina de la oración siempre se terminaba apagando?
¿Alguna vez te has sentido como yo? Sospecho que tú también luchas con la oración si escogiste un libro con este título. Tal vez has seguido a Cristo durante años; amas Su Palabra y Su iglesia. Pero cuando se trata de la oración, te sientes como un auto atrapado en el lodo. Haces un esfuerzo, pero tus ruedas giran y no avanzas. Sabes que Dios y la vida cristiana significan algo más, pero no estás seguro de cómo crecer en la oración. Sabes que la lucha por orar es real.
Pero ¿sabías que la lucha también es buena?
LA LUCHA ES… BUENA
Me escuchaste bien. Piénsalo: no luchas por hacer algo que quieres evitar. Por ejemplo, yo no lucho con el impulso ni de prenderle fuego a fajos de billetes que he ganado por mi duro trabajo ni de golpear a mi auto con un mazo. A veces, sí lucho con hacer ejercicio, aunque deseo estar sano. Sí lucho con administrar mi dinero con sabiduría, aunque quiero ser fiel a lo que Dios me ha confiado. De manera similar, todos luchamos con la oración porque tenemos un deseo por orar. Si no tuviéramos el deseo, no lucharíamos.
El deseo por orar no debe darse por sentado. Cuando el hom- bre se rebeló en el huerto del Edén, su pecado lo separó de la comunión con Dios (ver Génesis 3:8, 22-24). “Las iniquidades de ustedes han hecho separación entre ustedes y su Dios —escribe el profeta Isaías—, y los pecados le han hecho esconder Su rostro para no escucharlos” (Isaías 59:2). El apóstol Pablo dice algo similar: “Como está escrito: ‘No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios’” (Romanos 3:10-11; ver también Salmo 14:1-3). En términos espirituales, existe un abismo infinito entre la humanidad pecadora y un Dios santo. Su rostro está escondido de los pecadores. Él no tiene que responder a tu oración así como tú no tienes que hacerle un favor a alguien que te ha traicionado.
Gracias a Dios, Él envió a Su Hijo Jesús para ser el puente entre la humanidad pecadora y Él mismo. La muerte de Jesucristo en la cruz ha hecho expiación por nuestros pecados (ver Romanos 5:8-10; Hebreos 10:12). Su resurrección nos justifica ante Dios el Padre (ver Romanos 4:25). Su ascensión garantiza que Él intercede por nosotros a la diestra de Dios (Romanos 8:34). Gracias a la obra de Jesús, Dios ha llenado a Sus hijos con Su Espíritu, haciendo que nuestros corazones clamen “¡Abba! ¡Padre!” cuando oramos (Gálatas 4:6) y dándonos el deseo de buscarlo y de honrarlo. Para aquellos que confían en Jesús y que se arrepienten de sus pecados, Dios el Padre ya no es inalcanzable; ahora, no solo somos capaces de orarle a Él, sino que, de hecho, Él es quien nos invita a hacerlo. Gracias a la invitación misericordiosa que Dios da a través del evan- gelio de Su Hijo, la oración es posible.
Esas son todas buenas noticias. Nuestra lucha por orar es buena porque revela que el Espíritu nos ha dado un deseo de orar. El problema surge cuando deseos rivales nos distraen de buscar a Dios. (También nos enfrentamos a un enemigo que odia cuando los hijos de Dios oran y que hará lo que sea por evitar que participemos en ese poderoso acto). A veces, estas luchas vienen por falta de conocimiento: ¿De qué se trata la oración? Y ¿por qué debemos realizarla? A veces, son asuntos del corazón: nuestro pecado o nuestro dolor nos son de tropiezo. Otras veces, simplemente necesitamos aprender maneras prácticas para poner por obra lo que ya sabemos.
EL FUNDAMENTO DE LA VERDADERA ORACIÓN
Veamos dos actitudes del corazón que son esenciales para una vida de oración genuina y creciente.
Fe en Dios
El obstáculo número uno para la oración es la falta de fe. Santiago 4:2 dice: “No tienen, porque no piden”. Y no pedimos porque no creemos, ya sea en Dios o en la oración. “Sin fe es imposible agradar a Dios —escribe el escritor a los hebreos—. “Porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe, y que recompensa a los que lo buscan” (Hebreos 11:6). Mientras más participemos en actividades que fortalezcan nuestra fe como leer la Palabra de Dios y tener comunión con el pueblo de Dios, más fácil se volverá la oración. La oración es el rebose natural de una fe creciente.
Amor por Dios
No cualquier tipo de fe agrada a Dios; incluso los demonios creen… ¡y tiemblan (ver Santiago 2:19)! La verdadera fe fluye de un amor por Dios. Cuando Dios el Padre nos invita a Sí mismo a través del evangelio de Su Hijo, nos convertimos en Sus hijos (ver Efesios 1:3-6). A medida que vivimos en obediencia amorosa a nuestro Padre celestial, experimentamos más de Él (ver Juan 14:21). Y a medida que experimentamos más de Él, crecemos en nuestro amor por Él, deseamos más de Él y, por lo tanto, oramos más. Por esta razón, Cuando orar es una lucha es un libro sobre la oración, pero también es un libro sobre toda la vida cristiana porque fuimos diseñados para amar y adorar a nuestro Creador, y la oración es una expresión esencial de devoción a nuestro Señor.
No puedes superar alguna lucha en cuanto a la oración sin ambas cosas: fe en Dios y amor por Él. La fe es el aire en los pulmones de la vida de oración, y el amor es el palpitar de su corazón. No podemos avanzar en el camino de conocer a Dios orando sin aire en nuestros pulmones o sin sangre corriendo por nuestras venas. Mantén en mente a la fe y al amor mientras caminamos por las nueve luchas que se presentan en este libro.
UN ENFOQUE DE MENTE, CORAZÓN Y MANOS PARA SUPERAR LOS OBSTÁCULOS
Hace un par de años, mi hermano Kenny me convenció de participar en una carrera de obstáculos. La idea era sencilla: corre cinco kilómetros y conquista un par de docenas de obstáculos en el camino. Mi hermano era un atleta consumado que había ganado muchas de estas carreras antes; yo era un novato cuyo objetivo principal era no morir. Él terminó la carrera como una hora antes de que yo empezara la mía, lo cual me permitió investigar lo que sabía sobre la pista y escuchar sus consejos antes de correrla yo mismo. La sabiduría que me compartió hizo que la carrera fuera más fácil y divertida para mí; evité errores de novato y enfrenté obstáculos retadores con la sabiduría de un veterano. (¡También me mantuve vivo!)
Espero poder orientarte para superar los obstáculos en la oración como mi hermano me orientó para superar los obstáculos en aquella carrera. No soy un sabio de cabello cano con todas las respuestas. Soy un hombre normal quien se dio cuenta de que luchaba con orar y emprendió un viaje en busca de una vida de oración más fiel y gozosa, rogándole a Dios por ayuda en el camino. También es cierto que soy solo un individuo, así que he incluido citas e historias de otros creyentes, tanto pasados como presentes, para mostrarte cómo han vencido sus luchas y crecido en su propio amor por Dios.
Mi motivación principal para escribir este libro ha sido mi creencia en que una vida de oración fiel, fructífera y gozosa está al alcance de todo cristiano. Dios me ha ayudado de maneras espectaculares, y sé que te ayudará a ti también. ¿Lo crees? Si sí, ¿me acompañas en este trayecto para considerar con atención y cuidado por qué que luchamos y cómo podemos encarar de frente esas luchas?
Juntos, seguiremos un enfoque de mente, corazón y manos a medida que
- vemos cómo las verdades del evangelio abordan las luchas que enfrentamos en la oración (ya que la verdad bíblica es el fundamento sólido para una vida de oración);
- diagnosticamos los problemas del corazón que nos impiden una oración verdadera (ya que nuestros corazones le importan a Dios); y
- aprendemos cómo avanzar en la oración (ya que mentes informadas y corazones transformados aún requieren de ayuda práctica).
Creo firmemente que no se aprende a orar leyendo libros, así como no se aprende a andar en bicicleta escuchando clases en un salón; se aprende con la práctica. Eso significa que, si te encuentras con el deseo de orar mientras lees este libro, ponlo a un lado y ora… ¡de eso se trata el libro! Por esta razón, cada capítulo también incluye una oración y preguntas para reflexionar.
Dios puede transformarte mientras lees este libro, y lo hará. No es porque este libro sea tan bueno, sino porque Él es tan bueno. Él es “poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos” (Efesios 3:20). Lee este libro con oración. Léelo con humildad. Léelo con expectativa. Quizás te sorprenda cómo un poco de ayuda puede tener un gran impacto cuando es Dios quien la bendice.
ORACIÓN
Padre Dios, gracias por haberme llamado a ser parte de Tu familia en Jesús. Tú conoces mis luchas con la oración, mi falta de fe y mi falta de amor por Ti y por otros. ¡Ayúdame en mi incredulidad! Incrementa mi amor. Muéveme a ver al mundo como Tú lo ves y a ver a la oración como un regalo de gracia de Tu mano. Dame convicción de pecado y guíame a atesorar la cruz cada vez más. Gracias por todo lo que has hecho por nosotros al hacer la oración posible y poderosa. En el nombre de Jesús, amén.
PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR
- ¿Alguna vez te has sentido atorado en tus intentos por orar, como un auto en el lodo con las ruedas girando? Si es así, ¿por qué?
- Explica en tus propias palabras por qué luchar con orar es en sí algo bueno.
- Mira la tabla de contenidos de este libro. ¿Cuál de los nueve capítulos del libro piensas que necesitas más? ¿Cuál menos?
- ¿Por qué son cruciales tanto la fe como el amor para crecer en la oración? ¿Qué sucedería si te faltara uno o el otro?