En el capítulo 1 de mi libro Cuando orar es una lucha: Una guía práctica para superar los obstáculos en la oración titulado “Olvido por qué orar importa”, comparto una exposición del Padre Nuestro de Mateo 6:9-13. Escribir este capítulo fundamental me llevó a adorar a Dios de maneras asombrosas. Comparto este capítulo abajo. (Está disponible también en PDF.)
“Oro porque anhelo compañerismo con mi Padre. Oro porque me reduce a mí, a mis problemas y a otras personas a nuestro tamaño apropiado. Oro porque es la mejor manera de llevar el evangelio a lo profundo de mi corazón”.
—Jack Miller, citado por Scotty Smith.
William Randolph Hearst, un fallecido editor de periódicos, coleccionaba grandes obras de arte. Un día, se enteró de unos tesoros artísticos de gran valor que quiso para su colección, así que envió a su agente a rastrear las obras. Pasaron meses sin éxito. Entonces, un día, el agente por fin encontró información sobre el dueño de las obras. Tras meses de espera, Hearst se sorprendió al descubrir que el dueño era nada más y nada menos que… ¡William Randolph Hearst! Él había hecho un gran esfuerzo por obtener aquello a lo que ya tenía acceso. Se había olvidado de lo que ya tenía.1
En nuestra vida espiritual, a menudo nos vemos plagados por una falta de memoria similar. A tantos creyentes se les olvidan las riquezas del evangelio que nos pertenecen en Cristo. Anhelamos algo que pueda satisfacernos de inmediato, pero nos olvidamos de Dios y de la oración y buscamos esa satisfacción en otros lugares. Esta amnesia espiritual nos hace vulnerables a muchas deficiencias espirituales.
Antes de que nos comprometamos demasiado con cualquier actividad, primero debemos entender el porqué detrás de lo que estamos haciendo. Los líderes empresarios se han dado cuenta de que los consumidores no comprarán un producto o servicio a menos que entiendan el porqué detrás él.2 Cuando no tenemos claro por qué oramos, el qué (el contenido de nuestras oraciones) y el cómo (la manera en la que oramos) sufrirán.
NOTICIAS ASOMBROSAS Y CORAZONES OLVIDADIZOS
Por medio de nuestra redención en Cristo, tenemos una línea directa al cielo. Dios nunca envía a Sus hijos al buzón de voz ni rechaza sus llamadas. Y, sin embargo, ninguno de nosotros ora como deberíamos. Seguimos olvidándonos de orar y de por qué importa orar. Nos preguntamos si la oración funciona. No sentimos ganas de orar a menos que una prueba o una necesidad mayor nos fuerce de rodillas, y una vez que la prueba ha pasado o que la necesidad ha sido cubierta, regresamos a nuestro estilo de vida olvidadizo.
La oración a veces nos parece un punto molesto en nuestra lista de tareas, algo similar a pagar nuestras cuentas o usar hilo dental. Nos vemos tentados a pensar en la oración en términos legalistas, como si nuestra aceptación ante Dios se basara solo en la calidad o en la frecuencia de nuestras oraciones. Otras veces, la oración nos parece aburrida y lenta en un mundo veloz de sonidos y de entretenimiento que ofrece gratificación instantánea. A veces, es el ritmo frenético de nuestras vidas lo que nos impide orar.
Estoy convencido de que toda razón por la cual nos vemos incitados a olvidar el porqué de la oración es el resultado de un asunto fundamental: nuestra falta de fe. Como dije en la introducción de este libro, no podemos agradar a Dios, ni orar de verdad, sin fe (ver Hebreos 11:6). Podemos pensar que estamos orando, pero, sin fe, recitar muchas palabras o balbucear frases familiares sin pensar no significa nada para Dios (ver Mateo 6:7).
Ahora que hemos hablado de por qué nos olvidamos de orar, avancemos hacia una de las preguntas más importantes que podemos hacer: ¿por qué debemos orar en absoluto?
¿POR QUÉ ORAR?
Cuando Jesús les enseñó a Sus discípulos a orar con lo que se conoce como el padrenuestro (ver Mateo 6:9-13; Lucas 11:2-4),3 Él les dio a ellos y a nosotros la cuadrícula básica para el qué debemos orar.4 Lo que tal vez no sepamos es que, en esta oración, Él también nos da siete razones de por qué debemos orar.
En la traducción de la Nueva Biblia de las Américas en español de Mateo 6:9-13, el padrenuestro tiene tan solo cincuenta y seis palabras (cincuenta y siete en griego).5 ¡Si viera una reseña de cincuenta y seis palabras de un producto que estoy considerando comprar, probablemente buscaría una más larga y de más ayuda! Y, sin embargo, estas sencillas palabras de Jesús proveen una perspectiva completa tanto de la oración como de la vida cristiana. El fallecido teólogo J. I. Packer nos dice: “El padrenuestro en particular es una maravilla de compresión y está lleno de significado. Es un compendio del evangelio (Tertuliano), un cuerpo de divinidad (Thomas Watson), un estándar tanto de propósito como de peticiones y, como tal, una clave para todo este asunto de la vida. Lo que significa ser cristiano en ningún lugar es más claro que aquí”6.
Debemos ver la oración desde la perspectiva de Dios; Él es a quien oramos, y Su perspectiva es la única que importa. A medida que avancemos por las peticiones del padrenuestro, no solo veremos las razones de Dios para que oremos, sino que también le echaremos un vistazo al corazón que Él tiene por el mundo… y por nosotros. Él quiere utilizar esta oración para moldear tu corazón. ¿Se lo permitirás?
Ora porque Dios es tu Padre (“Padre nuestro que estás en los cielos”)
La oración está flagrantemente centrada en Dios. La primera mitad del padrenuestro se centra en Él, lo cual es de vital importancia para personas egoístas por naturaleza en una era individualista. Aunque la segunda parte se enfoca en nuestras necesidades, también lo exalta, porque solo un Dios soberano podría cumplir lo que ofrece, y solo un Dios amoroso podría ofrecerlo.
Las primeras dos palabras de la oración, “Padre nuestro”, indican una relación. Una manera segura para desviarte durante la oración es olvidar la naturaleza de esta relación. Algunos ven a Dios como un jefe que estará contento con nosotros siempre y cuando trabajemos suficiente en la labor espiritual de la oración y obtengamos resultados. (Podrías llamarlo un enfoque contractual de la oración). Otros lo ven como un cajero automático o como una figura tipo Santa Claus, quien de manera automática nos dará lo que queremos sin tener el menor interés en una relación real. O quizás Dios sea como la Fuerza en La guerra de las galaxias, y la oración a esta “fuerza” impersonal no es más que hacerse ilusiones y confiar en que los vientos del universo soplarán a nuestro favor. Pero para aquellos en Cristo, Dios es Padre.
Si hay algo que quiero que todo lector de este libro se lleve consigo, es que Dios te ama de manera incondicional como un Padre. Antes de que tuviéramos fe salvadora en Cristo, las Escrituras dicen que éramos enemigos de Dios (ver Romanos 5:6-10), hijos de la desobediencia (ver Efesios 2:2) e hijos de la ira (ver Efesios 2:3) y estábamos muertos en nuestro pecado (ver Efesios 2:1). La gloriosa verdad del evangelio es que, a pesar de nuestra maldad y oposición a Dios, Él envió a Su Hijo a la cruz por pecadores como nosotros (ver Romanos 5:8) y ahora nos adopta para ser parte de Su familia como hijos amados. Él nos llena con Su Espíritu para testificar de Su amor por nosotros (ver Romanos 5:5) y nos da la habilidad de clamar “¡Abba, Padre!” a Él en oración (ver Romanos 8:15-16). Un buen padre terrenal cuida de sus hijos, quiere que vengan a él cuando padecen dolor y desea proveer para cada necesidad que tengan. ¡Cuánto más nuestro Padre perfecto en los cielos cuida de nosotros y quiere saber de nosotros, Sus hijos amados!
Conocí recientemente a una mujer cristiana de Irlanda y escuché su testimonio. Por muchos años, vivió como una incrédula contenta que había indagado en la religión en el pasado. Una amiga la invitó a un estudio bíblico, y ella decidió ir. “No tenía ni idea de lo que sucedía cuando estudiaban la Biblia. Pero cuando oraban (vaya, ¡cómo oraban!), ¡lo hacían como si en verdad conocieran a Dios! Y eso me reveló que necesitaba lo que ellos tenían”. Ella reconoció que una relación verdadera con Dios el Padre es posible y tan, tan buena.
Cuando ores el padrenuestro, no te saltes “Padre nuestro”. Medita en el carácter de Dios y Su relación contigo. Recuerda Su obra redentora a lo largo de la historia humana. Regocíjate en Su gracia extravagante, porque “entender [a Dios como Padre] es conocerse a uno mismo como rico y privilegiado más que cualquier monarca o millonario”7.
Ora porque quieres que Su nombre sea alabado (“Santificado sea Tu nombre”)
Santificar significa tratar algo como santo o reverenciarlo. Santificar el nombre de Dios significa no tomarlo a ligera. Dios ama la gloria de Su nombre lo suficiente como para incluirlo en los Diez Mandamientos: “No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano” (Éxodo 20:7). La raíz de la palabra hebrea que se traduce como vano tiene la connotación de “vacío” o “nada”8. Tomar el nombre de Dios de manera vacía no expresa el honor y la gloria que Él merece.
El cielo es el máximo estándar para demostrar la manera apropiada en que el nombre de Dios debe ser exaltado. El libro del Apocalipsis en repetidas ocasiones quita el telón para revelar cómo el nombre de Dios es exaltado en la adoración celestial de los ángeles y de los santos. He aquí un ejemplo:
¡Grandes y maravillosas son Tus obras, oh Señor Dios, Todopoderoso!
¡ Justos y verdaderos son Tus caminos, oh Rey de las naciones! ¡Oh Señor! ¿Quién no temerá y glorificará Tu nombre?
Pues solo Tú eres santo;
Porque todas las naciones vendrán
Y adorarán en Tu presencia,
Pues Tus justos juicios han sido revelados. (Apocalipsis 15:3-4)
Desafortunadamente, nuestro mundo no alcanza el estándar del cielo. El nombre de Dios es utilizado como grosería o como el remate de un chiste o, incluso, es abiertamente ridiculizado. “El nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles”, escribe Pablo en Romanos 2:24 en referencia al profeta Isaías. Y, sin embargo, no son solo los gentiles quienes blasfeman con el nombre de Dios; las siguientes palabras, “por causa de ustedes”, indican que incluso el pueblo de Dios puede deshonrar Su santo nombre si vive una vida de pecado. Por eso es que Jesús quiere que comencemos nuestras oraciones con adoración, diciendo: “Santificado sea Tu nombre”.
Cuando oramos “Santificado sea Tu nombre”, pedimos que Dios exalte Su nombre en toda la tierra. Pedimos que todas las personas honren y glorifiquen Su nombre. Y le pedimos Su ayuda para vivir de manera que lo honre. Le pedimos que nos ayude a glorificarlo en todo lo que hagamos (ver 1 Corintios 10:31). ¡Él es digno!
Ora porque deseas que Su gobierno se extienda (“Venga a nosotros Tu reino”)
Hace varios años, mientras estaba en un viaje para entrenar pastores en Latinoamérica, estaba sentado en la oficina de un pastor en una de las ciudades más grandes de Ecuador mientras preparaba mi corazón para predicar dentro de treinta minutos. El pastor Jaime me ofreció un café y comenzó a contarme la historia del edificio de su iglesia. Al principio, yo estaba un poco confundido (normalmente, no disfruto escuchar anécdotas de transacciones de inmuebles extranjeros antes de predicar), pero pronto la historia de Jaime me atrapó.
Él y su esposa, Lirio, habían estado lamentando el impacto destructivo que un club nocturno local estaba teniendo en su comunidad: los jóvenes se estaban desviando, se estaban destruyendo hogares y los índices de criminalidad iban en aumento. Así que Jaime y Lirio comenzaron a orar que se cerrara el club nocturno. Se mantuvieron orando unos cinco años… hasta que, un día, por la gracia de Dios, se cerró. El edificio donde había estado quedó abandonado por dos años.
Mientras tanto, Dios estaba alcanzando personas por medio de la iglesia que Jaime pastoreaba, así que la iglesia envió a Jaime y a su familia a plantar una nueva rama de la congregación. Pero ¿dónde se reunirían? Jaime y su familia en Cristo oraron por un lugar que los ayudara a alcanzar a más personas con el evangelio. Y la mejor opción resultó ser el antiguo club nocturno que seguía vacío. Tras hablar sobre la posibilidad con el dueño del edificio y compartirle el evangelio, Jaime compró el lugar por la mitad del precio al público. Ahora, la iglesia se reúne en el antiguo club nocturno, proclamando el evangelio en la comunidad, fortaleciendo familias y alcanzando a jóvenes en el proceso. Hasta disminuyó la criminalidad en la zona. Dios convirtió una guarida de oscuridad en una embajada para el reino de Dios. Al orar por el cierre del club nocturno y para que el evangelio se extendiera a través de su ministerio, Jaime y Lirio estaban orando que viniera el reino de Dios.
Dios trabaja a lo largo de toda la historia humana para edificar un pueblo para Sí mismo. Aunque hasta las más grandes naciones terrenales van y vienen, el reino de Dios es eterno. Aunque las naciones terrenales tienen fronteras establecidas, el reino de Dios abarca gente de toda tribu, lengua y nación. Jesús está edificando Su Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella (ver Mateo 16:18). Esto es verdad ya sea que estés en Quito, Quebec o Queensland.
Orar “Venga a nosotros Tu reino” es expresar nuestro anhelo por el gobierno perfecto de Dios en la tierra. Es postrarnos ante el Rey Jesús y renunciar a nuestros reinos personales. Es reconocer la transitoriedad de los reinos terrenales y su verdadero lugar en la historia (ver Salmo 2; Daniel 2). Es pedirle a Dios que traiga salvación a los perdidos y juicio a Sus enemigos. Con estas palabras, oramos que paralice el dominio de las tinieblas y apresure el avance del reino de luz. Le pedimos que nos ayude a vivir con Su reino en mente mientras educamos a nuestros hijos y hablamos con nuestros vecinos.
Orar “Venga a nosotros Tu reino” también nos ayuda a mirar hacia el futuro: al establecimiento definitivo de Su reino —lo cual está más cerca de ti que cuando comenzaste a leer este capítulo—, cuando “el tabernáculo de Dios [estará] entre los hombres” y “Él enjugará toda lágrima de [nuestros] ojos” (Apocalipsis 21:3-4). ¡Ven, Señor Jesús!

Ora porque quieres que se haga Su perfecta voluntad (“Hágase Tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”)
Aún recuerdo cuando escuché la noticia: Mamá tenía cáncer y necesitaba cirugía de inmediato. Pero una cirugía exitosa no eliminó el cáncer por completo. Nuestra familia oró por sanidad y perseveró junto a mi madre durante tres años y medio, en medio de tratamientos de quimioterapia, visitas al hospital, pronósticos alentadores y desalentadores y una gran cantidad de lágrimas derramadas en el camino. Cuando más negro se veía el panorama, oramos por un poco más de tiempo, y Dios en Su misericordia le concedió salud para asistir tanto a mi boda como a la de mi hermano cinco semanas más tarde. Pero el 22 de marzo de 2016, con toda nuestra familia reunida alrededor de su cama, Denise Halloran exhaló su último aliento. Momentos después de que vimos a mi mamá pasar a la presencia del Señor, mi papá citó Job 1:21: “El Señor dio y el Señor quitó; bendito sea el nombre del Señor”.
Dios quiere que oremos “Hágase Tu voluntad”, así como Cristo lo hizo en el huerto (Mateo 26:42), para ayudarnos a reconocer que Sus caminos, su sabiduría y sus propósitos son más elevados que los nuestros. Para recordarnos de nuestro estado como criaturas y de Su omnipotencia. Para hacernos humildes.
Cuando no oramos con una actitud que dice: “Hágase tu voluntad”, estamos levantando nuestro puño contra Dios y diciendo: “¡Mi voluntad es mejor!”. Tal orgullo hace que la oración sea ineficiente porque “Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes” (Santiago 4:6). Eso no significa que no podamos luchar con Dios en la oración, pero, a final de cuentas, debemos someternos en humildad a nuestro Hacedor dada nuestra confianza en Sus propósitos buenos y eternos para nosotros (ver Romanos 8:28-29). Solamente cuando nos sometemos a la voluntad de Dios podemos adorar en medio de un tremendo dolor.
“La oración es sometimiento —escribe E. Stanley Jones—, sometimiento a la voluntad de Dios y cooperación con esa voluntad. Si lanzo un gancho desde un bote, alcanzo la orilla y tiro de la cuerda, ¿estoy jalando la orilla hacia mí, o me estoy jalando a mí mismo hacia ella? La oración no se trata de jalar a Dios hacia mi voluntad, sino de alinear mi voluntad con la de Él”10. A veces, nuestra adoración más genuina viene tras las malas noticias, cuando podemos decir desde lo profundo de nuestros corazones: “Bendito sea el nombre del Señor” y “Hágase Tu voluntad”.
Ora porque necesitas de Su provisión (“Danos hoy el pan nuestro de cada día”)
Ya que “del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella” (Salmo 24:1), con confianza podemos pedirle a nuestro omnipotente Creador que supla nuestras necesidades; a final de cuentas, ¡Suyas son todas las cosas! Cuando le pedimos Su provisión para cualquier necesidad (pan, un trabajo, finanzas, sabiduría, ánimo, fe, fortaleza para soportar la persecución, seguridad o dirección en una situación cotidiana), reconocemos tanto Su poder para proveer como nuestra dependencia de Él. Cuando recitamos esta petición del padrenuestro y pensamos en todo lo que Él ha provisto durante las décadas de nuestras vidas, crecemos en gratitud a nuestro Proveedor. Cuando oramos por nuestro pan diario, también expandimos nuestros horizontes al ser guiados a pensar en otros que padecen necesidad y en cómo Dios podría usarnos en proveer para ellos.
Aunque esta petición se enfoca en las necesidades temporales, también nos recuerda la provisión espiritual más grande de Dios. Sí, necesitamos pan físico y otros bienes materiales. Pero en un nivel más fundamental, necesitamos pan espiritual. “Yo soy el pan de la vida —dijo Jesús—; el que viene a Mí no tendrá hambre, y el que cree en Mí nunca tendrá sed” ( Juan 6:35). En otra parte, Él dijo que “no solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4; ver también Deuteronomio 8:3). Nuestro apetito espiritual es satisfecho sólo por la Palabra de Dios, escrita y encarnada.
En este mundo, tenemos grandes necesidades, tanto físicas como espirituales. Y nuestro gran Dios y Rey “proveerá a todas sus necesidades, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19). La provisión de Dios no siempre se verá como lo esperamos ni vendrá según nuestros tiempos, pero podemos confiar en que Él no nos habría enseñado a orar por provisión si no estuviera dispuesto a proveer exactamente lo que necesitamos y fuera capaz de hacerlo.
Ora porque necesitas Su perdón (“Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores”)
Esta siguiente petición nos recuerda lo importantes que son las relaciones para Dios. Necesitamos el perdón de Dios cuando pecamos, y necesitamos extenderles ese perdón a otros cuando pecan contra nosotros. Si no lo hiciéramos, ¿cómo podríamos obedecer los primeros dos más grandes mandamientos, amar a Dios y a nuestro prójimo (ver Mateo 22:37-40)?
Primero le pedimos a Dios que perdone nuestras “deudas”, las cuales incurrimos cuando nos quedamos cortos de nuestro deber y que son conocidas simplemente como pecado (ver la redacción del pasaje paralelo en Lucas 11:4). Aunque los creyentes pueden descansar y estar confiados porque Cristo ha pagado por sus pecados en la cruz (ver Romanos 8:1), nuestro pecado entristece al Espíritu Santo de Dios (ver Efesios 4:30) y, por lo tanto, limita nuestra capacidad para tener comunión con Dios mediante el Espíritu. Cuando le pedimos perdón, reconocemos tanto nuestra pecaminosidad como nuestra incapacidad de hacer algo al respecto por cuenta propia. Nuestra única esperanza es clamar en desesperación por ayuda con un corazón quebrantado a un Padre fiel que nos escucha. Su amoroso corazón es conmovido a perdonar porque la suficiencia del sacrificio de Cristo en la cruz cubre nuestros pecados y hace posible el perdón.
Vincular nuestro perdón (al decir: “perdona nuestras deudas”) con el perdón que les otorgamos a otros (cuando decimos: “como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores”) nos recuerda que las personas perdonadas perdonan (ver Mateo 18:21-35; Efesios 4:32). Otras personas nos decepcionan de muchas maneras y no nos pagan lo que nos deben, ya sea respeto, tiempo, energía u algo más. Pero no podemos dejar que su error nos prohíba amarlos como Dios quiere. Si lo hacemos, la mala hierba de la amargura, la ira, los celos y el odio crecerá en nuestros corazones. Dios quiere que Sus hijos anden en amor con Él y el uno con el otro. Nuestro pecado pasado limita esto, y es por eso que la siguiente petición pide protección del pecado futuro.
Ora porque necesitas Su liberación (“No nos dejes caer en tentación, sino líbranos del mal”)
Después de que Dios firma nuestros papeles de adopción y nos da la bienvenida a Su familia, Él firma nuestros papeles de reclutamiento para una batalla espiritual. Es una batalla en la que hemos participado desde que nacimos, pero no la vemos hasta que el Espíritu abre nuestros ojos espirituales.
“No nos dejes caer en tentación” es una súplica por la ayuda de Dios para luchar en nuestra batalla interna contra “las pasiones carnales que combaten contra el alma” (1 Pedro 2:11). Esta petición reconoce la debilidad de nuestra carne y de nuestra fuerza de voluntad ante la tentación. Es un recordatorio de que el pecado es engañoso y de que nuestra única esperanza es fortalecernos “en el Señor y en el poder de su fuerza” (Efesios 6:10). A medida que han pasado los años, he visto surgir pecados horribles en la vida de personas donde menos se esperaba, lo cual me ha hecho darme cuenta de cuán débiles y vulnerables somos todos. “El que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga”, advierte el apóstol Pablo (1 Corintios 10:12). Orar por la ayuda de Dios nos recuerda que Él no nos dejará ser “tentados más allá de lo que [podemos] soportar” y que Él promete una “vía de escape” (ver 1 Corintios 10:13).
Orar “líbranos del mal” nos recuerda la batalla que también peleamos contra un enemigo externo. Algunas traducciones dicen: “Líbranos del maligno”, refiriéndose a Satanás. Satanás odia al pueblo de Dios y a sus oraciones, y hará lo que sea necesario para evitar que oremos.11 Cuando oramos ser librados del mal, reconocemos el poder de Dios para librarnos dada Su supremacía sobre todo ser espiritual (ver Efesios 1:20-21; Colosenses 1:16). Expresamos nuestro deseo de que las “multiplicaciones de la gracia de Dios sean derramadas sobre nosotros continuamente hasta que, completamente llenos de estas, triunfemos sobre todo mal”12. Necesitamos la liberación de Dios de los poderes espirituales de maldad y de los peones humanos del enemigo que buscan devorarnos como el león a su presa (ver 1 Pedro 5:8). Las oraciones por libertad de los enemigos permean los Salmos (ver Salmos 35; 59; 140; 143), y el apóstol Pablo en repetidas ocasiones les pidió a sus hermanos creyentes que oraran por que fuera librado de sus enemigos humanos (ver Romanos 15:30-33; 2 Corintios 1:8-11; 2 Tesalonicenses 3:1-5). ¿Por qué pensaríamos nosotros que somos inmunes?
RECUERDA POR QUÉ LA ORACIÓN IMPORTA
Oramos para glorificar a Dios. Oramos para unificar nuestros corazones con la visión de Su reino para el mundo y para alinearnos con Su voluntad. Oramos por provisión, por relaciones restauradas y por protección del mal que viene tanto de nuestro interior como del exterior.
Si a veces te das cuenta de que has pasado casi un día entero (o varios días) sin siquiera pensar en Dios o en la oración, ten ánimo. Yo también he pasado por eso, al igual que muchos otros creyentes. Pero no puedes quedarte allí. No olvides que la oración fluye de la fe; y, por eso, quizás la acción más efectiva que puedas tomar para recordar el propósito de la oración sea orar por fe que se exprese a sí misma en oración.
¿Cómo puedes cultivar tu fe? ¿Cómo puedes recordarte a ti mismo la importancia de la oración? Yo intento siempre tener recordatorios delante de mí: una nota en el espejo del baño, un cuadro con el padrenuestro en la cocina, una notificación diaria en mi celular que me pregunta si es “Hora de orar”. Intento con todas mis fuerzas incluir a la oración en mis relaciones, para tener un poco más de rendición de cuentas, así como en mis rutinas, para que se vuelva un hábito. A medida que tengo compañerismo más regular con la Iglesia, la oración se vuelve más natural.
Como con todas las luchas que examinaremos en este libro, la clave para el crecimiento en esta área no es una perfección inmediata; es lograr progresos pequeños y fieles mientras te mantienes confiado en quien es Dios y en la invitación que, en Su gracia, nos ha extendido para orar. Seguirá faltándote fe. Seguirás olvidando a veces por qué importa la oración. Pero, con el tiempo, recordarás mejor el porqué de la oración.
En el siguiente capítulo, observaremos más de cerca cuál debe ser el contenido de nuestras oraciones.
ORACIÓN
Amado Padre celestial, gracias por adoptarme a Tu familia y por entregar a Tu Hijo por mí. Gracias por la gloriosa e inmerecida invitación que me has ofrecido para estar ante Tu presencia en oración. Admito que a menudo me olvido de orar y que, en lo profundo de mi ser, me falta fe. Crea en mí un corazón de oración, por Tu Espíritu, y ayúdame a crecer como persona de humilde y constante dependencia de Ti. Por favor, usa este pequeño libro para mostrarme cómo puedo experimentar más de Tu grandeza y gloria mediante la oración. En el nombre de Jesús, amén.
PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR
1. ¿Qué es lo que más te ha ayudado a crecer en oración?
2. ¿Alguna vez te has visto tentado a ver a Dios como un jefe, como un cajero automático o como una fuerza impersonal como en La guerra de las galaxias? ¿Cómo debería cambiar tu perspectiva el ver a Dios como un Padre?
3. De las siete razones para orar que nos da el padrenuestro, ¿en cuál crees que necesitas enfocarte más?
4. ¿Qué cambios puedes hacer en tu vida para ayudarte a recordar mejor la invitación de Dios para orar?
1. Warren W. Wiersbe, Be Rich: Gaining the Things That Money Can’t Buy [Sé rico: Obtener las cosas que el dinero no puede comprar], NT Commentary (Ephesians), 2nd ed. (Colorado Springs: David C. Cook, 2009), cap. 3, Kindle.
2. Ver la enseñanza de Simon Sinek en Start with Why: How Great Leaders Inspire Everyone to Take Action (Nueva York: Portfolio, 2009), publicado en español como Empieza con el porqué: Cómo los grandes líderes motivan a actuar, y su Charla TED titulada “How Great Leaders Inspire Action” [“Cómo los grandes líderes motivan a actuar”], filmada en Puget Sound, Washington, septiembre [2009], video, 18:34, 4 de mayo, de 2010, www.youtube.com/watch?v=qp0HIF3Sf I4.
3. Estoy en deuda con diversos recursos por el material en esta sección: con la serie de sermones de mi pastor, Colin S. Smith, titulada “Six Things to Ask of God” [“Seis cosas que pedirle a Dios”] (The Orchard Evangelical Free Church, Arlington Heights, IL, 3 de mayo-7 de junio de 2020), disponible en línea en www.openthebible.org/series/six -things-to-ask-of-god/; con el enfoque de Juan Calvino del padrenuestro en sus Institutes of the Christian Religion, 3.20.34-49, publicado en español como Institución de la religión cristiana; y con la exposición de J. I. Packer de esta oración en “Learning to Pray: The Lord’s Prayer” [“Aprendiendo a orar: El padrenuestro”], tercera parte, dentro de Growing in Christ [Creciendo en Cristo] (Wheaton, IL: Crossway, 1994).
4. En el capítulo 2, consideraremos con más detalle el contenido de nuestras oraciones.
5. Esto omite las líneas finales de Mateo 6:13, comenzando con las palabras “Porque Tuyo”, ya que estas no aparecen en los manuscritos más antiguos.
6. Packer, Growing in Christ [Creciendo en Cristo], 136. Aprecio también las palabras de Martín Lutero en A Simple Way to Pray (Louisville: Westminster John Knox Press, 2000; reimp., St. Louis: Concordia Publishing House, 2012), 15, publicado en español como Una manera sencilla de orar: “Hasta este día, me alimento del Padrenuestro como un niño pequeño y, ahora que soy viejo, como y bebo de él, pero nunca me lleno”. Incluiré otra ilustración: El Padrenuestro puede servir de manera simultánea como un chapoteadero para aprender las bases de la oración pero este cuenta con un extremo tan profundo que hasta los creyentes más maduros jamás terminarán de sondear sus profundidades.
7. Packer, Growing in Christ, 146.
8. The Enhanced Brown-Driver-Briggs Hebrew and English Lexicon, ed. Francis Brown . ָשׁ ְוא .con S. R. Driver y Charles A. Briggs (Oxford: Clarendon Press, 1977), s.v
9. Ver también Apocalipsis 4:8-11; 5:9-14; 7:9-12; 11:17-19; 16:5-6; 19:1-9.
10. E. Stanley Jones, A Song of Ascents [Una canción de ascensos] (Nashville: Abingdon, 1968), 383, citado en Kent Hughes y Barbara Hughes, Liberating Ministry from the Success Syndrome [Liberar al ministerio del síndrome del éxito] (Wheaton, IL: Tyndale House, 1988), 73.
11. Como dice el antiguo himno: “Satanás se estremece cuando mira al más débil pecador de rodillas”. William Cowper, “What Various Hindrances We Meet” [“Los varios obstáculos que enfrentamos”], 1779.
12. Calvin: Institutes of the Christian Religion, vol. 2, Books III.XX to IV.XX, ed. John T. McNeill, trad. Ford Lewis Battles (Philadelphia: The Westminster Press, 1960), 3.20.46. Publicado en español como Institución de la religión cristiana.
Aprende más sobre mi libro Cuando orar es una lucha: Una guía práctica para superar los obstáculos en la oración.